A través de esta historia de gemelidad tóxica, el maestro del body horror encuentra un nuevo prisma para explorar sus temas predilectos: la corrupción del cuerpo por la mente y la dualidad destructiva del ser. Como un anticipo del giro más “conceptual” que imprimirá posteriormente a su cine, Cronenberg abandona en parte el gore anatómico frontal en favor de un horror más cerebral e insidioso, magnífica excrescencia de un guion mutante. En el doble papel de los hermanos Mantle, Jeremy Irons fascina e hipnotiza, entre elegancia, monstruosidad soterrada y fragilidad.