Hungría, a comienzos del siglo XIX, la condesa Erzsébet Báthory se consume en su castillo, desgarrada entre el sentimiento de abandono de su esposo, el marqués, y su miedo a envejecer. Al descubrir por casualidad que unas gotas de sangre sobre su piel la han rejuvenecido, hará asesinar a jóvenes vírgenes y se bañará en su sangre.